
El Origen de Nuestra Rebeldía
Una historia de sombreros, tierra y resistencia
Durante más de un siglo —y ya contando cuatro generaciones— nuestra familia ha dedicado su vida entera al oficio de hacer sombreros. No por moda, no por negocio. Por legado. Por pertenencia. Porque el sombrero, en nuestra historia, no es un accesorio: es una segunda piel, una armadura, una firma.
Los de Villa nace de esa tradición viva, como una semilla que nunca dejó de germinar bajo el sol del campo mexicano. Nace del conocimiento transmitido de padre a hijo, de abuelos que enseñaron a leer la lana como quien lee las nubes, y de manos que saben exactamente cuánto apretar para dar forma a lo que la tierra y el tiempo dictan.
Cada sombrero que creamos lleva consigo algo más que diseño: lleva memoria. La memoria de jornadas largas bajo el sol, de caminos polvorientos, de conversaciones al filo del ocaso. Lleva el eco de las risas, de los silencios, del esfuerzo callado que convierte a un hombre o a una mujer del campo en leyenda viva. Aquí, el sombrero no se usa: se porta. Como se portan los ideales. Como se porta el orgullo.

Nuestra historia es también la historia de muchas otras familias que, con paciencia y disciplina, moldearon un oficio hasta convertirlo en arte. Sabemos lo que cuesta mantener una tradición viva. Sabemos que no hay atajo cuando se trata de calidad, y que ningún proceso industrial puede replicar lo que se logra con la intuición y la destreza de una mano entrenada por generaciones.
Cuando eliges un sombrero de Los de Villa, eliges una historia que empezó mucho antes que tú. Eliges entrar en un linaje. Eliges honrar la memoria de quienes no buscaban reconocimiento, sino hacer bien las cosas, y hacerlas a su modo.
Nos honra formar parte de esa historia, pero aún más nos honra contribuir a que siga viva. A que evolucione. A que se defienda. Porque lo que está en juego no es una prenda, es una identidad.


El mundo ha visto sombreros en películas del oeste, en cowboys galopando hacia la pantalla grande. Pero pocos saben —y es momento de que se sepa— que esos sombreros no nacieron en Texas, ni en California. Nacieron en México. En ranchos donde los dedos sabían trabajar la palma antes de que el cine supiera qué contar. Nacieron en nuestras tierras, en nuestras manos, en nuestras vidas.
Y sí, lo decimos con orgullo: nosotros no imitamos al cowboy. Somos quienes lo inspiraron y quienes les enseñaron a mover ganado.
El sombrero, como símbolo de carácter, honor y rebeldía, ya existía aquí mucho antes de que Hollywood se apropiara de esa imagen.
Nuestros diseños no buscan homenajear el pasado desde la nostalgia, sino hacerle justicia desde la creación. Reinterpretamos los clásicos sin traicionar su esencia. Porque para nosotros, lo clásico no es viejo: es atemporal. Y en cada costura, en cada copa y ala, hay una declaración de principios.

Durante la Guerra Cristera, nuestras bodegas sirvieron de refugio. Ahí no solo se escondieron cuerpos: se protegieron sueños, se resguardaron ideas, se compartió pan y silencio. A veces, con sombreros como única sombra y cobijo. Esa resistencia silenciosa, digna, nos definió. Nos enseñó que hacer sombreros no es un negocio, es un acto de resistencia cultural.
De ahí viene nuestro espíritu rebelde, nuestra fibra revolucionaria. Porque nunca hemos sido neutrales. Hemos elegido bando: el de quienes trabajan con las manos, el de quienes no bajan la cabeza, el de quienes creen que la estética también puede ser una forma de protesta.
Por eso Los de Villa no es una marca que busca vender una moda pasajera. Es una declaración:
De que en México se hacen los mejores sombreros del mundo.
Y de que esa herencia, lejos de apagarse, está más viva que nunca.
Hoy estamos aquí para defender lo que nos pertenece. Para recuperar lo que siempre fue nuestro. Para alzar la voz desde el campo, desde el polvo, desde el corazón de México.
Para decir, con toda claridad:
No seguimos caminos. Los abrimos.